LOBOS









Literatura
En la Biblia, Jacob asemeja a su hijo Benjamín a un lobo pues su tribu acabó siendo luchadora. En dicho grupo de libros ya se habla de la fiereza de los lobos y las malas personas son comparadas con dichos animales. A continuación se da una cita del Antiguo Testamento:
"Y sus caballos han resultado más veloces que leopardos, y ellos han resultado más fieros que lobos nocturnos."
Habacuc 1:8
En el Nuevo Testamento los lobos representan a falsos profetas que quieren corromper la congregación cristiana:
"Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja, pero por dentro son lobos voraces."
Mateo 7:15
Finalmente, en el libro de Isaías los lobos son convertidos en animales mansos gracias a la acción del Reino de Dios:
"Y el lobo realmente morará por un tiempo con el cordero, y el leopardo mismo se echará con el cabrito, y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos."
Isaías 11:6
Se compara a lobos a los príncipes sin escrúpulos de Judá (Eze 22:27), los falsos profetas (Mt 7:15), los despiadados opositores del ministerio cristiano (Mt 10:16; Lu 10:3) y los falsos maestros que desde dentro pondrían en peligro a la congregación cristiana. (Hch 20:29, 30.)
También son habituales en los proverbios chinos, kazajos (20 proverbios) y rusos (253 proverbios). Por otra parte, cierto proverbio latino dice que "cuando el lobo aprende salmos, echa de menos los corderos".
Esopo realizó una gran cantidad de fábulas entorno al lobo, tales como El lobo y el cordero, El perro y el lobo y La grulla y el lobo, al igual que Félix María Samaniego y los Hermanos Grimm, con Caperucita Roja, El lobo y las siete cabritillas o Los tres cerditos con la imagen del lobo feroz. Son también dignas de mención las obras El lobo gris, de George MacDonald, y La auténtica historia de los tres cerditos, de Jon Scieszka y Lane Smith.
En el poema Los motivos del lobo (1913), Rubén Darío hace una comparación metafórica entre la naturaleza pura de los animales y la maldad que de antaño existe en el ser humano. El poeta se inspiró en el relato contenido en el capítulo XXI de las Florecillas de San Francisco, que refiere cómo Francisco de Asís amansó por virtud divina al feroz lobo de Gubbio.